miércoles, 2 de mayo de 2012

OJALÁ


Cada vez que me explican el caso de algún adolescente que no puede salir del armario, me indigno. Siento una enorme empatía hacia él, y no hacia sus padres. Quizás sea porque ha llegado un momento en que los sentimientos de mi hijo los siento como mios, en mi propia piel. Por la misma razón no entiendo como unos padres pueden ignorar que su hijo está sufriendo, muchísimo, más de lo que ellos puedan imaginar jamás. Primero, supongo, al sentirse diferente, y cuando por fin tiene claro que le gustan los chicos, resulta que no sabe como plantear el tema en casa. Se siente solo, incomprendido, no querido, triste, no ve la forma de explicarle a su familia que no es como ellos esperaban. No quiere sentirse rechazado, de momento. No se siente suficientemente fuerte como para plantarles cara, es normal, no es por falta de coraje, es porque los pilares de su vida no le están escuchando, le ven pero no le miran, y él siente que se le derrumba la vida, que lleva años escuchando junto a su familia que no es una enfermedad, que son personas "normales". Le apena que mientras él escuchaba atentamente las explicaciones de la prensa sobre la normalidad, legalización, etc... sus padres sólo escuchaban algún arzobispo retrógrado o algún psiquiatra que se cree el salvador.
Estoy segura de que llegará un momento en que se sentirá fuerte, que se comerá el mundo y por supuesto que dejará al descubierto sus sentimientos.
No me gustaría estar en la piel de sus padres, sentir que tu hijo te pueda echar en cara sus miedos, todo su sufrimiento es algo que me pone la piel de gallina. Decepcionar a un hijo debe de ser muy duro. Bueno, parece que al final me he puesto un poco en la piel de ellos...
Ojalá mi hijo nunca tenga que escribir nada parecido, ni una tecla por cada miedo.

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